Cuenta
la leyenda que en los tiempos en que Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, llevó a
cabo la conquista de Valencia, vivía en ella un rico usurero llamado Ali Mohad,
a quien enseguida acudió el rey Alcadir y otros nobles árabes en demanda de
préstamos para poder hacer frente al pago de los cuantiosos tributos a que les
obligaba el conquistador castellano.
Sin
embargo, Ali Mohad pensaba que prestar su dinero a aquellos señores vencidos y
arruinados podía ser la señal segura de su propia ruina, y tomó la
determinación de abandonar Valencia. Cargó sus riquezas en una recua de mulas y
se dirigió a Segorbe, donde los antiguos señores árabes estaban tan atribulados
como los valencianos por el peso de los tributos, y acudieron a él en demanda
de dinero prestado. Sin acceder a sus peticiones, Ali Mohad se fue furtivamente
de Segorbe y llegó a Jérica, donde las cosas no fueron más cómodas para él,
porque también los antiguos dominadores estaban agobiados por los impuestos de
los cristianos y necesitaban dinero contante y sonante.
Alí
Mohad, hábil siempre para esquivar las peticiones de los señores vencidos, se
dirigió al valle del río Jiloca, decidido a esconder sus riquezas y evitar que
se dilapidasen en manos de unos prestatarios insolventes o acabasen cayendo en
poder de los cristianos.
En
los alrededores de Monreal, en el desfiladero hoy conocido como el Caño del
Gato, que se encuentra en el camino a Rubielos de la Cérida, Ali Mohad encontró
una gran gruta que le pareció muy adecuada a sus propósitos. Empleando
albañiles árabes, a los que pagó muy bien para que se alejasen de aquellas
tierras tras acabar las obras, Alí Mohad convirtió el interior de la montaña a
que la gruta daba acceso en un verdadero palacio, cuya entrada pasaba
inadvertida. Allí vivió durante muchos años Alí Mohad disfrutando de la
compañía de doce bellas y alegres esposas. Cuando no estaba con alguna de
ellas, Alí Mohad se entretenía en guardar sus riquezas en bolsas de piel de
gato.
Desfiladero del Caño del Gato |
El correr del tiempo hizo que Ali Mohad avistase cada vez más intrusos por los alrededores. Se dice que entonces cerró herméticamente la entrada de su palacio subterráneo; aunque hay quien asegura que fue un corrimiento de tierra lo que clausuró aquella entrada para siempre.
Lugar conocido como "Las Capillas" en el Caño del Gato |
Ahora,
sobre todo en verano, suelo encontrarme con Paco Latasa o con Ricardo Cervera
y comentamos que nos encanta hacer senderismo por la zona; pero creo que, en
realidad, al igual que un servidor, están buscando pieles de gato.
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